domingo, 1 de mayo de 2016

EL TORMENTO DE ALEX (Capítulo 18 sin censura)

Los primeros minutos del trayecto los pasamos en silencio. Necesito que uno de los dos hable, no me gusta la tensión que se crea así. Por más que me estrujo el cerebro no encuentro nada que decir. Álex es la única persona que con su presencia consigue dejarme sin palabras.

—¿Está muy lejos? —pregunto mientras me desabrocho el cinturón en uno de los semáforos y me paso a los asientos delanteros. Álex me observa.

—No demasiado —el semáforo cambia de color y acelera, consiguiendo que pierda el equilibrio. En un acto reflejo para estabilizarme, pone su mano en mi nalga—. ¡Siéntate de una vez y ponte el jodido cinturón! —grita.

—Vaya, musculitos... no pierdes el tiempo —sonrío maliciosamente. Su cara se vuelve granate al darse cuenta. Aparta rápidamente la mano de mi trasero y sujeta el volante con fuerza.

—Yo... no... yo... solo intentaba sujetarte —frena y espera a que me coloque. Se mueve nervioso en su asiento y traga saliva. Su inocencia me tiene atrapada por completo. Me acomodo por fin y me abrocho el cinturón, como ha pedido. La tensión de sus hombros disminuye y continuamos la marcha.

—¿El apartamento está amueblado? —pregunto de nuevo para sacarle de su estado.

—Está completo —contesta mirando a la carretera—. Puedes entrar a vivir sin problema.

—¡Genial! —me encanta la idea de poder mudarme cuanto antes, apenas tengo tiempo y el no tener que preocuparme en buscar muebles es una gran ventaja.

Pasamos cerca de un famoso hospital donde ingresamos a mi madre cuando más desesperados estábamos, y no puedo evitar pensar en ella y en lo que descubrí en mi pecho hace unos días. «Estás haciendo de esto un drama», me riño mentalmente. «No dejes que te afecte hasta que no sepas de qué se trata».

—¿Ocurre algo? —la voz de Álex me trae de nuevo al presente.

—Oh... no, no, es solo que estaba pensando en la mudanza.

—Me estás mintiendo —afirma con rudeza, y mi corazón se acelera—. Esa expresión que he visto en tu rostro no corresponde a un pensamiento de ese tipo —recuerdo su habilidad para leer los gestos y me pongo nerviosa.

—Soy rara —respondo para salir al paso y sonrío. No le convence mi respuesta y sigue observándome con su frente arrugada. No me gusta, tengo miedo de que pueda adivinar mis pensamientos.

—¿Qué es lo que te preocupa? —aparca y me mira. Parece que hemos llegado. Soy incapaz de contestar. «¿Cómo coño sabe que estoy preocupada?». Evito gesticular para no darle pistas.

—Estaba pensando en llamar a Natalia dentro de un rato para saber qué le han dicho —miento, y parece que funciona.

—Después nos ponemos en contacto con ellos para que te quedes tranquila —dice mientras baja del coche. Yo hago lo mismo y respiro aliviada.

Caminamos deprisa mientras cruzamos la calle y una vez que llegamos al otro lado nos encontramos con un gran parque. Me gusta la zona.

—Este sería un buen sitio para salir a tomar el sol —señalo un banco de madera. Mira a varios hombres que hay por allí y junta sus cejas.

—No lo creo. Habría demasiados ojos observándote —me quedo boquiabierta con su respuesta. ¿Acaso está celoso? Necesito picarle un poco para saber hasta dónde llega.

—No me importa —digo sonriente—. Los ojos están para mirar, y si lo hace aquel macizo de allí —señalo a un chico bastante guapo— no me importa —me mira con dureza, y por alguna extraña razón me gusta.

—No hemos venido a eso —toma mi brazo y tira de mí para que continúe. No puedo evitar reírme interiormente. Este juego me está empezando a gustar.

—Aquel hombretón de allí tampoco está mal —me paro de nuevo—. Creo que no hará falta que entre al piso para saber que este barrio será mi nuevo hogar —oigo su respiración agitada y mi niña interior salta emocionada.

—Toma las llaves, que yo me vuelvo ya —dice, enojado. Ha llegado el momento de que pare.

—Oh, vamos... no seas niño, estoy bromeando —me disculpo y se da cuenta de que ha caído en mi trampa, pero no dice nada.

Llegamos a un elegante bloque y subimos por una amplia escalera de mármol. Álex parece que sigue picado conmigo porque no me habla, ni siquiera me mira. Cuando por fin llegamos abre la puerta y me señala el interior.

—A ver qué te parece... —entro y me quedo impresionada. Es mejor incluso de lo que había imaginado. Amplio y luminoso. Para mí sola es más que suficiente. Está amueblado, como me dijo, y hasta los colchones de las camas son nuevos. Sin duda me lo quedaré.
—¡Es perfecto! —le abrazo efusivamente. Como siempre que lo hago se tensa, pero no me importa—. Me encanta mi nuevo hogar —sonrío y sigo descubriendo detalles que a primera vista se me habían escapado—. ¡Mira! —le digo señalando a la ventana—. Tiene hasta piscina comunitaria. Camina hasta mí para verlo.

—Vaya. Hice mal en ofrecértelo —sonríe e intuyo que bromeará—. Debí habérmelo quedado yo.

—Ven a visitarme a menudo y así podrás utilizarla —su expresión cambia a una más seria y me preocupo—. ¿Estás bien? —de pronto soy consciente de que estamos solos y demasiado cerca. Me pongo nerviosa recordando lo que pasó la última vez.

—Sí... tranquila —vuelve a mirar a través del cristal—. Es solo que... —me pongo delante de él. Adoro mirarlo a los ojos cuando me habla. Parpadea y se inquieta—. Verás, Laura, hace tiempo que quiero hablar contigo sobre algo —baja su mirada.

—Vamos, musculitos, sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa —trato de ayudarle a continuar. Sea lo que sea le está costando mucho soltarlo. ¿Acaso tendrá que ver con su extraña castidad?

—Debería empezar por el principio —levanta su intensa mirada hasta la mía y siento un gran cosquilleo en la boca del estómago. Sus labios me resultan tan apetecibles que solo quiero besarlos. Como si supiera lo que estoy pensando, deja de hablar. Su pecho se eleva rítmicamente y su respiración se hace audible—. Laura... —puedo ver a través de sus ojos cómo lucha contra el impulso. Yo no soy tan fuerte y me dejo llevar por el mío.

Como si de un imán se tratara, mis labios acaban sobre los suyos. Siento que algo no va bien cuando lo hago, no me devuelve el beso. Me separo lentamente, tratando de ocultar mi vergüenza, cuando sus fuertes manos atrapan mi rostro.

—Laura... —dice de nuevo, y puedo oír cómo traga saliva. Cierra sus ojos por un momento y quedo confundida. Parece estar peleando interiormente contra algo. Cuando los abre puedo ver tormento en su mirada. Me aparto rápidamente, sea lo que sea quiero aliviarle y tengo la desagradable sensación de que su malestar tiene que ver conmigo.

—Será mejor que me vaya —es lo único que acierto a decir—. Seguiré buscando piso, seguro que pronto encuentro algo —camino hasta la puerta y me toma por el brazo.

—Espera... —tiro para soltarme. Estoy tan incómoda que lo único que quiero es salir de ahí cuanto antes.

—Déjame, Álex —sus ojos se abren. Sabe que cuando uso su nombre algo no va bien—. Quiero irme a casa —abro la puerta y cuando estoy a punto de salir la cierra con fuerza dejándome atrapada entre su cuerpo y el frío metal. Sin mediar palabra, estrella su boca contra la mía, sorprendiéndome. Intento apartarlo, necesito saber qué coño está pasando con él. Pongo mis manos en sus hombros y lo empujo, pero fallo en el intento. Toma mis muñecas sin dejar de besarme y las junta sobre mi cabeza mientras pega su cuerpo más al mío. Me dejo hacer. Cuando se asegura de que no me resistiré, deja libre mis brazos y rodeo su cuello con ellos. Abro mi boca dándole acceso y su lengua no tarda en invadirme. Su sabor junto a la humedad de nuestro beso consigue sacarme un gemido que parece volverle loco. Se aparta por una décima y me mira jadeante buscando mi aprobación. No tengo que decir absolutamente nada, sabe perfectamente que estoy dispuesta a llegar hasta el final. Empieza a preocuparme que con una simple mirada sepa lo que quiero. Antes de que pueda pensar nada más siento sus calientes manos en mi cintura. Mi piel reacciona y me activo sin poder evitarlo. Le deseo con todo mi ser. Tiro de su camiseta y se la quito del cuerpo con habilidad. Ya le había visto sin ella, pero no me había fijado hasta ahora en sus marcados pectorales. Casi consiguen que me derrita. Levanta mi vestido y lo saca por mi cabeza, dejándome en ropa interior.

—Joder... —susurra y pega su pecho desnudo al mío mientras vuelve a besarme como si le fuera la vida en ello. Acaricia mis muslos, mis caderas, mi espalda... respira agitadamente mientras lo hace. Puedo sentir su dureza contra mi abdomen. Me complace saber que soy la causante de su estado. Apenas sin esfuerzo me levanta sujetándome por las piernas, las cruzo en su cintura y me lleva hasta una de las camas. Me deja sobre ella con cuidado y comienza a quitarse el pantalón. Sus ajustados bóxer blancos marcan a la perfección toda su plenitud y creo volverme loca. Quiero hacerle mío cuanto antes. Se echa sobre mí y mis manos moldean su espalda mientras me besa. Gime cuando paso mis uñas por sus omóplatos y presiona sus caderas contra las mías buscando alivio. No sé en qué momento ha conseguido desabrochar mi sostén, pero cuando me quiero dar cuenta la suave piel de mis pechos está rozándose con la suya.
Pierdo el pudor por completo. Es poca la ropa que nos queda, pero me molesta. Enredo mis pulgares en la goma de su ropa interior y la deslizo consiguiendo quitársela. Él hace lo mismo con mi minúsculo tanga. Lo deja sobre la mesilla y se coloca de nuevo entre mis piernas. Sus ojos reflejan deseo y excitación. Acaricia mi cuerpo con suavidad, provocándome pequeñas corrientes eléctricas. Observa todas y cada una de mis reacciones. No quiero presionarle, le dejo que se tome su tiempo, pero la espera me está torturando. Cada segundo que pasa necesito más de él.

—Álex... —suspiro mientras me arqueo buscándole. Gruñe impaciente. Pega su frente a la mía en un intento de control y me habla.

—¿Te cuidas? —susurra agitado.

—Sí... —acierto a decir.

Siento presión en mi húmedo centro y muy despacio se sumerge en mi interior. Muerde mis labios suavemente mientras sus manos rodean mi cintura con fuerza. Hace una pequeña pausa para disfrutar de nuestra unión. Inspira profundamente y comienza a moverse. Primero lento. Jadeo cada vez que retrocede y me curvo cuando profundiza. Él lleva el control. Nos abrazamos y nos besamos continuamente. Su respiración es cada vez más rápida, y la velocidad de sus movimientos aumenta. Gimo fuerte mientras me pierdo entre las olas del placer. Estoy a punto de tocar el cielo y lo sabe. Todos mis músculos se contraen.

—Dios, Laura —grita mi nombre y no aguanto más. Pongo las manos en sus glúteos y le presiono contra mí—. Gruñe buscando control, pero no se lo permito, su rendición viene de la mano con la mía. Nos dejamos ir entre gemidos y gritos de placer. Segundos después acabamos exhaustos. La cara de Álex queda escondida en el hueco de mi cuello mientras tratamos de reponernos. Ha sido demasiado intenso. Me siento extraña, varios hombres han pasado por mi cama y nunca he sentido algo parecido a esto. Es la primera vez que practico sexo con sentimientos de por medio.

—¿Estás bien? —le pregunto mientras rozo su espalda con la punta de mis dedos. Está tardando demasiado en reaccionar.

—Sí —dice sin moverse. Sonrío. Creo que he acabado con él.

Levanta la cabeza y sus ojos quedan a la altura de los míos. Están apagados, no son los mismos de hace unos minutos. ¿Qué le pasa?

—Álex, ¿seguro que estás bien? —mi tono es de preocupación. Asiente y se echa a un lado. Es su primera vez y no sabe reaccionar. No se lo tendré en cuenta.




_______________________________________________________

Sigue la página de El Tormento de Alex aquí https://www.facebook.com/eltormentodealex/